«Me revuelvo entre las huellas de aquel feeling de pasiones escondidas, reunido en el Callejón de Hamell Habanero. Su sonido caía alocado sobre aquel pequeño y entusiasmado “ángel”, quien – con cabello alegre – se asomaba a todos, sonriente, como diciendo: yo también…
Concha Abuela se ocupaba del café y de aquellas dos almitas que luego abrazarían la música: “Angelitico” y “Sonita” tan virtuosos, tan sonrientes… tanto… tanto…
La guitarra y el padre, los mayores revueltos en diálogos y acordes, en melodías fugaces que luego serían melodías eternas.Y Angelho quería huir, buscar su «yo» volviendo a su remanzo azul de teclas, con ritmo enamorado pero noble. Y, como ángel al fin, se le rendía a la noche»
Silvia González Guerra (compositora cubana)